Secuestro
Fue secuestrado junto a su aeronave por un grupo criminal armado y obligado a cruzar los cielos rumbo a Bolivia para un viaje sin retorno. Horas de terror, decisiones al límite, un pedido de auxilio que nunca fue escuchado y una acusación injusta forman parte de esta historia. El piloto Edgar Noceda creyó que sería su último vuelo, pero sobrevivió y ahora rompe el silencio para contar detalles del vuelo de terror en esta nota exclusiva.
Lo que parecía una misión rutinaria se convirtió en una pesadilla, una batalla silenciosa en pleno cielo paraguayo aquella mañana del 12 de julio pasado.
Eran cerca de las 08:30 y el coronel retirado de la Fuerza Aérea Paraguaya Edgar Noceda, de 48 años, alistaba su aeronave para un servicio más. La carga: Una caja fuerte de 500 kilos. Todo parecía en regla. Nada hacía sospechar lo que estaba por venir.
El coronel subió al avión junto a su copiloto José Augusto Pérez, de 42 años, rumbo al punto acordado para la entrega de la caja fuerte. Las coordenadas macaban un establecimiento en la colonia Nueva Esperanza, del Departamento de Canindeyú.
La misión era sencilla: Dejar la carga y volver de inmediato. Sin embargo, todo era una trampa. Un grupo criminal había planeado cada paso. La suerte estaba echada.
“Estacionamos la aeronave, paramos el motor y al bajarnos y al acercarnos al vehículo salen del mismo cuatro personas armadas que nos obligan nuevamente a subir dentro de la aeronave.
Como yo no reaccioné inmediatamente, ya me propinaron dos golpes en la cabeza con sus armas, me rompieron la cabeza. Tenían escopetas y pistolas. Luego dispararon cerca de los pies en forma intimidatoria y me obligan a subirme nuevamente al avión. Subieron con nosotros dos de ellos y una vez que estuvimos en el aire me pasan unas coordenadas para dirigirme a ese punto que resultó ser la República de Bolivia”, relata Noceda.
Todo se trató de un plan para robar la aeronave y ambos pilotos fueron amenazados y privados de su libertad. Los delincuentes tomaron el control absoluto del vuelo. La caja fuerte fue el señuelo perfecto para llegar hasta el objetivo.
El coronel y su copiloto emprendieron así un viaje como ellos calificaron “sin retorno”. No había nada que hacer a varios pies de altura con un arma apuntándoles en la cabeza a cada uno. Solo había que obedecer. Cualquier movimiento en falso, era la muerte segura de todos.
“Sabía que el hecho de ir a Bolivia era un viaje sin retorno, que ya no íbamos a volver de ahí, que ya ellos no nos iban a permitir volver con vida de ahí. Entonces, traté por todos los medios de no ir. Gracias a Dios en ese momento la computadora del vuelo, como estaba en una situación de ascenso con mucha potencia, alto consumo de combustible, me indicaba que no tenía el combustible suficiente”, confiesa el piloto.
La esperanza de sobrevivir a este atentado se alejaba lentamente, ya que su plan no funcionó. Entonces, era el momento de tomar una decisión difícil. Cada vez estaba más convencido de que no lo iba a lograr, pero lo que tenía claro es que no iba a morir lejos de su tierra y seres queridos.
Estaba decidido a efectuar su última maniobra como piloto antes de partir de esta tierra. El coronel Noceda a cada momento recibía indicaciones de dirigirse hacia las coordenadas al mando de uno de los delincuentes con acento brasileño. Este fue el trayecto que realizó por casi una hora y media contando desde el secuestro.
Es decir, el plan de vuelo reportado a la DINAC se violó completamente sin que nadie lo notara, según el relato del piloto.
La última orden fue bajar en una estancia ubicada en el Municipio de Quyquyhó, Departamento de Paraguarí. Si bien no había ninguna pista de aterrizaje sino un camino vecinal en mal estado, había que bajar de cualquier manera y bajo riesgo.
Las esperanzas renacieron de nuevo en el coronel, quien pensó en un nuevo plan para llamar la atención. Eran cerca de las 11:00 y el piloto realizó un vuelo rasante sobre el casco de una estancia y una maniobra que ocasionó un ruido que alertó a la población. El aterrizaje fue forzoso y los criminales no se daban por vencidos.
La Policía llegó después de 3 horas aproximadamente y la Fiscalía recién en horas de la noche. El fiscal de la causa dispuso la detención del coronel y su copiloto. En su declaración ante los medios de comunicación dijo que ambos formarían parte de la organización criminal.
La pesadilla no terminaba allí, ahora tenían que enfrentar a la Justicia y además fueron esposados en el lugar como criminales. Las sospechas recayeron posteriormente en lo que podía contener la caja fuerte. Se logro abrirla, pero estaba vacía.
Apareció además una grabación que había realizado un poblador de Canindeyú que justo pasó en el momento exacto del secuestro. Pudo captar algunas imágenes desde su teléfono celular.
Al día siguiente fue detenido Newton Sergio Dias Donni, de 77 años, cuando salía de una zona boscosa luego de un rastrillaje realizado por la policía. Se trata de un ciudadano brasileño, quien sería el piloto que tendría que haber llevado la aeronave hasta Bolivia, pero aparentemente no sabía pilotar el modelo Caravan, esperaban otro avión. Tanto el piloto como copiloto lo reconocieron plenamente como uno de los hombres armados a bordo.
En su defensa alegó que supuestamente, hombres armados lo recogieron de su casa en Encarnación, Itapúa, un día antes del secuestro y lo dejaron en un hotel de Canindeyú. El piloto brasileño también confirmó que los pilotos paraguayos fueron privados de su libertad y amenazados con armas. Este mismo piloto ya habría tenido problemas con vuelos irregulares años anteriores y ya fue procesado.
La experiencia fue traumática. El manejo de estrés en medio de un secuestro, con un arma en la cabeza pilotando el avión y entregado a su suerte en pleno vuelo, no fue fácil pero el coronel señaló que su preparación militar lo ayudó bastante. No así al copiloto que por ciertos momentos la situación lo superaba.
Existe un antes y un después en la vida del coronel Noceda y el piloto José Pérez. Ahora volvieron a la rutina de los vuelos, pero nada es igual, están alertas en cada viaje.
Los integrantes de la asociación de pilotos civiles de Paraguay se muestran preocupados por su seguridad, ya que cualquiera puede ser víctima de secuestro. El caso del coronel Noceda y el piloto José Pérez no pasó a mayores, pero nadie asegura que todos corran con la misma suerte.
El coronel Noceda, después de esta experiencia que casi le costo la vida, cree que el Estado tiene falencias en materia de seguridad y defensa nacional, ya que no existen garantías para ejercer la profesión legal de piloto mientras cientos de aeronaves se pasean por el espacio aéreo de Paraguay de manera invisible para las autoridades.
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